BURELA

Una ciudad cosmopolita como Madrid tiene que estar abierta a todo tipo de sabores y tendencias, gastronómicamente hablando. Por ese motivo, las cocinas regionales son una parte muy importante de la restauración madrileña. Y la gallega, en particular, es una de las más apreciadas y goza de las preferencias de gran parte de su población. Hay muchos y buenos ejemplos de cocina gallega auténtica en la capital, pero también han proliferado una serie de restaurantes mal llamados gallegos que no cumplen con los baremos básicos que se les debe exigir a quienes representan la verdad de una tierra. Un día le comenté al Presidente de Xunta, mi admirado amigo ALBERTO NÚÑEZ FEJÓO, que debería legislarse algo en este sentido, quizás otorgando un certificado de “Galicia calidade”, previa aprobación por un comité de expertos, a todos aquellos restaurantes que merezcan representar con dignidad y autenticidad una cocina de tanta categoría como la gallega. La otra noche, en nuestro intento de descubrir esos templos desconocidos del sabor galaico en la capital, por recomendación de nuestros amigos PEDRO HERRERO Y AMALIA TORO y en compañía de ellos y de los entrañables PACO MENDOZA Y ROSA CARBALLA, fuimos a conocer BURELA, que resultó ser, afortunadamente, una de esas casas de comidas de las de toda la vida que tanto proliferan en las ciudades y pueblos de mi tierra.

BURELA es, por encima de todo, la sencillez. Ahí radica uno de sus grandes secretos. Nada es sofisticado, no se esconden los sabores, no se tergiversan los nombres de los platos, la comida es la que es y con eso está dicho todo. Hacía mucho tiempo que no saboreaba unas centollas como las que nos sirvieron en Burela, unos ejemplares de museo, llenos de corales, con la cocción perfecta. Antes, nos ofrecieron unos mejillones hechos en casa con una salsa muy sabrosa y un bonito al estilo lucense que os recomiendo encarecidamente. Esa noche algunos se dejaron llevar por el espíritu del carnaval y pidieron lacón con grelos. Vale la pena probarlo en cualquier época del año y, con unos pequeños retoques en su preparación, puede convertirse en plato estrella de la casa. Otros nos inclinamos por la lamprea, cocinada en su propia sangre, al estilo clásico de las tierras del Ulla y del Miño, y acertamos plenamente. El pescado es la gran apuesta de Burela, lenguado, rodaballo, lubina, merluza, todo gallego, puro, auténtico, como tiene que ser. No quiero olvidarme de la empanada de zamburiñas, que estaba deliciosa. Y la sublimación del sabor gallego de verdad es el salpicón de bogavante, desde ahora en mi lista grande de manjares únicos. En fin, que me encantó BURELA. Y que les aconsejo que vayan si quieren saborear lo más rico de Galicia. No sé si os ayudará ir de mi parte, pero intentadlo, a ver si hay suerte y CAMILO, su propietario, tiene un detalle con vosotros.

BURELA

Calle del Nardo, 2

28029 – MADRID

Tfno. 915 711 724

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